“Cantando bajo la lluvia”, cuyo título original es el mismo, es una obra maestra, tanto por lo que dice como por la forma en que lo dice. Es una obra sobre el mundo del cine, cine haciéndose a sí mismo, como testimonian diversas secuencias (al final aparece el cartel del film “Cantando bajo la lluvia”) y la manera en que se generan las mismas.
Por ejemplo, ahí está el paso del cine silente al sonoro y el musical como producto de su tiempo: la secuencia del hombre hablando en su pantalla, la secuencia del número musical conducido por un presentador de diferentes modelos de vestidos, los trabajos de extra del personaje de Don Lockwood, interpretado por Gene Kelly…
Al margen de esos detalles, la película muestra de modo brillante cómo se organizan los pro y los contra de este personaje: la discusión nocturna sobre qué se puede hacer con la película, donde las culpas son del calendario (“ya es mañana”, dice Lockwood y se pone a bailar con sus compañeros y en la lluvia él solo).
Igualmente, nos dice que es incapaz de declararse sin decorado, poniendo de su parte todos los recursos de un estudio vacío. Por esto, es una película muy importante.
Del mismo modo, la complicidad que se establece entre Lockwood, el productor, el director y el cómico (Donald O’Connor) lleva a los protagonistas a mostrar el engaño de Lina Lamont con la voz doblada por Kathy Selden, mediante el gesto de levantar el telón con una cuerda, al tiempo que imitan la actitud de Lina mientras finge cantar la melodía central del film.
Una sucesión de escenas memorables que se han fijado y han llegado a formar parte de nuestro universo cultural: el magnífico travelling que sigue el baile de Gene Kelly bajo la lluvia, el inolvidable número de Donald O’Connor subiéndose por las paredes del decorado, la sensual danza de una atractiva Cyd Charisse con Gene Kelly, el optimismo que desprenden los tres protagonistas (Don Lockwood/Gene Kelly, Kathy Selden/Debbie Reynolds y Cosmo Brown/Donald O’Connor) en su interpretación de “Good Morning” y a lo largo del film.
En definitiva, no es lo mismo tomar “Cantando bajo la lluvia” por un simple musical, muy bien hecho, que considerar los ejemplos antes citados: incluso las personas que lo han visto varias veces, están antes por la versión de simple musical que dándose cuenta de que es un film haciéndose a sí mismo y que reflexiona sobre el paso del silente al sonoro.